Opinión

Hasta siempre

OPINIÓN || ANTONIO J. ROLDÁN

Antonio J. Roldán Antonio J. Roldán[/caption]

Cuando solo quedan horas para cumplir con la catártica liturgia del cambio de año, quizás es momento de subirme al saturado carro de todos aquellos que se empeñan en hacer balance de lo sucedido en este 2018. Un ejercicio sano, que quizás deberíamos practicar con mayor frecuencia, que obliga a detenerse, reflexionar y sacar conclusiones. Algo, esto último, en lo que radica el cogollo de la cuestión. En esta suerte de carrera de fondo que es la vida vamos tan preocupados de quedar bien clasificados que descuidamos los puestos de avituallamiento, esos que refrescan y cargan las pilas para salir disparados, de nuevo, camino de una meta incierta y para nada definida.

Y como de concluir se refiere, en este postrero momento del año, puedo sentirme satisfecho de no haber perdido el tiempo. De haber exprimido todo lo posible cada experiencia vivida, sobre todo las menos agradables. Han sido bastantes más de lo que me hubiera gustado, pero ya se sabe que el jugo que desprenden es más intenso y valioso que el de las positivas. Lo amargo curte; lo dulce gusta, pero acaba empalagando.

Como el fénix que resurge, las cenizas no desaparecen con doce campanadas. Pero está bien eso de hacer tabula rasa y echar fuera los demonios, vestir el espíritu de verde, tomar aire, y seguir caminando. Parados, poco hacemos. 

Y así, con los lomos en carne viva, llego a este punto tras tantas vivencias y tan diversas sensaciones. Hubo dolor, nostalgia, vacío, rabia, incomprensión, duda, incertidumbre... Pero también muchas risas, emoción, compañía, entrega, trabajo -mucho trabajo-, afecto, vino, música, amigos... En el debe y el haber, todo figura. Y aun así el resultado de la operación, cada cuál, lo interpreta a su maña y manera. Eso queda para mí, si me lo permiten.

Pero, de todo lo vivido me quedo con una lección que aprendí hace más bien poco tiempo: aunque te duelan los pies, sigue caminando por el camino que te marca la Esperanza. La recompensa merecerá la pena, siempre. Como el fénix que resurge, las cenizas no desaparecen con doce campanadas. Pero está bien eso de hacer tabula rasa y echar fuera los demonios, vestir el espíritu de verde, tomar aire, y seguir caminando. Parados, poco hacemos.

Por todo ello, aunque me sobren motivos, entenderán que no le guarde rencor al 2018, si es que se le puede tener manía a una fracción de tiempo. Pero versionando el refrán, sí me gustaría darle pasaporte con un contundente 'tanta paz llevas como aprendizaje dejas'. Así que, hasta siempre. Y que venga ya el siguiente. A ver qué carita trae, que como dijo Aragón, 'yo para tragedias ya tengo las mías'. Vamos a llevarnos bien...