Opinión

Ni un pelo de cobardía

OPINIÓN || ANTONIO J. ROLDÁN

Antonio J. Roldán Antonio J. Roldán[/caption]

No fue el mejor despertar que recuerdo. Me confieso especialmente cuadriculado para ciertas cuestiones, y la rutina es una de ellas. Mal, teniendo en cuenta que la solidez de agenda no es una de las virtudes de nuestra profesión. La actualidad nos menea de un lado para a otro, a veces con no poca contundencia, convirtiendo el día a día en especie de montaña rusa abigarrada y retorcida. Y eso de empezar la mañana en un hospital…

Vamos, que no las tenía todas conmigo. Pero de nuevo -pobre de mí y mis absurdos prejuicios- el destino tenía preparada una sorpresa, de esas de sopetón, que ni se espera ni, a la larga, se olvida.

Transportados los tiestos, montados los equipos, colocadas estratégicamente las luces y el sonido, y con la correspondiente tostada en el epicentro del cráter que a esas horas nos perforaba, un grupo de intrépidos e incrédulos aprendices de todo nos dispusimos a cumplir con el hermoso compromiso de trabajar y colaborar a un tiempo con una enorme causa.

Ante nuestros ojos, en constante expansión, una a una fueron pasando personas con grandes historias que contar y un pundonor muy por encima de la media. Con un simple cuestionario, el mismo para todos, fueron desarmándonos palabra a palabra, sin apenas inmutarse, mientras por momentos teníamos que hacer ímprobos esfuerzos por mantenernos erguidos ante tanta realidad.

Porque la realidad golpea. Apenas cuenta en su paleta con tonos rosáceos. Pero sí con muchas espinas. Vivimos tan enfrascados en nuestros propios largometrajes que no atinamos a otear las escenas de quienes tenemos más o menos cerca, enmarañándonos en quehaceres, manías y ridículas batallas que para aquellos invitados solo servirían de carcajada y sonrojo.

Los valientes no necesitan pelo para serlo. Solo confianza, estar bien rodeados y mirar la vida como algo tan básico que convierte todo lo demás en accesorio. No deseo padecer lo que nos relataron, pero sí me gustaría poder llegar a entender la vida como ellos y aprender a vivirla de verdad. Con todo lo que ello supone.

No importaba la edad, ni el sexo, solo una palabra: vida. Fue la más repetida de entre todo el amplio y valioso material que recogimos aquella mañana. Luis, mi compañero, sabrá lo que pudo sentir cuando cogió las riendas y metió el proyecto en chapa y pintura. Me lo puedo llegar a imaginar. Porque hay historias, e historias. Y estas nos descuartizaron los esquemas con contundencia.

De todo ello salió lo que ustedes seguro ya han visto. Un vídeo para la campaña Juntos sumamos. Contamos contigo, que promueve Gema Santisteban con el apoyo de grandes amigos y profesionales, ligados en gran parte al Hospital Infanta Margarita de Cabra y a otros centros sanitarios de la Subbética. Todo ello con el objetivo de fomentar las donaciones de sangre y médula entre la población de la comarca.

Hasta mañana viernes, la unidad móvil del Centro Regional de Transfusiones Sanguíneas de Córdoba estará en Cabra, y seguro que irá recorriendo toda la provincia recogiendo algo más que fluidos insustituibles: vida. Ni más ni menos. La palabra mágica que desde aquella venturosa mañana nos llevamos impresa en el tuétano y que, a cada cual, nos ha marcado de un modo.

Porque entre relatos de angustia y miedo relacionados con términos tan devastadores como ‘cáncer’ o ‘leucemia’, siempre encontramos una mirada limpia, un momento de esperanza y la determinación de luchar contra todo lo que pudiera venir por el simple hecho de seguir viviendo.

Cuando alguien reduce el discurso a algo tan básico, cualquier ciclón se vuelve brisa. Y desaparecen de la mente telarañas y barreras, calcetines desparejados, teselas que terminan sobrando en mosaicos que ya creíamos culminados.

Una vez escuché que cuando ves la muerte de cerca “se te quita toda la tontería de golpe”. Afortunadamente no me he visto en esa circunstancia, pero no tuve más que sentarme frente a ellos y abrir los oídos para darme cuenta de que quien pronunció aquella sentencia llevaba razón.

Los valientes no necesitan pelo para serlo. Solo confianza, estar bien rodeados y mirar la vida como algo tan básico que convierte todo lo demás en accesorio. No deseo padecer lo que nos relataron, pero sí me gustaría poder llegar a entender la vida como ellos y aprender a vivirla de verdad. Con todo lo que ello supone.

Por eso es importante donar sangre y médula. Porque merece la pena dar una oportunidad a quienes de verdad pueden enseñarnos a vivir plenamente, con valentía y esperanza. Ojalá se queden sin bolsas para llenar. Solo así habremos sido la mitad de cobardes de lo que habitualmente demostramos ser. Y solo un ápice de lo valientes que son aquellos que no necesitan flequillo para dar lecciones de vida.